Stella sentía una pulsación extraña. “Esta energía que siento es diferente,” dijo, frunciendo el ceño.
Aster asintió. “Es cierto, es como una corriente que fluye de manera diferente al maná.”
Cecia al escucharlos les explica que la otra energía que sienten es el Qi exterior. «En este mundo existen 3 tipos de energía:
La primera es el Maná, es la energía que permea el aire, la tierra, y todo lo que nos rodea. Es la fuente de poder para los magos, permitiéndonos invocar hechizos y manipular la magia a nuestro antojo. El Maná es como el agua en un río, fluye y puede ser canalizado.
El Qi exterior es diferente. No es algo que un mago normalmente usaría. Es la energía vital que emana de la naturaleza y de todo ser vivo. Los Artistas Marciales la practican y ‘cultivan’ en su interior.
Y la tercera energía es el ‘Poder Divino’. Es la fuente de poder sagrado de los ‘Elegidos’ otorgada por los dioses. Solo aquellos que han sido elegidos por las deidades y han demostrado una fe y lealtad inquebrantables pueden acceder a esta energía.»
Cecia hizo una pausa y miró directamente a Stella. “Lo que probablemente sentiste, Stella, era el Qi exterior; ya que no he percibido el poder divino dentro de tí.»
«También, hay algo crucial que deben entender,” dijo con seriedad. “En este mundo, uno debe elegir un camino, porque las energías que hemos discutido no son compatibles entre sí cuando se usan.”
El Maná, la energía de los magos, es refinada y precisa. Requiere concentración y un entendimiento profundo de los elementos. Si intentas mezclarla con otra energía, como el Qi exterior, se produce una colisión interna. Las energías luchan por el dominio, creando un caos que puede ser peligroso.
“El Qi exterior,” prosiguió, “es una energía más instintiva y visceral. Se basa en la armonía con el mundo y el propio cuerpo. Si un Artista Marcial intenta combinar el Qi con el Maná, las energías se repelen, debilitando al practicante y, en el peor de los casos, causando daños irreparables.”
Finalmente, Cecia habló del Poder Divino. “Esta energía es la más exclusiva. Es un regalo directo de los dioses y no debe tomarse a la ligera. Intentar combinar el Poder Divino con el Maná o el Qi exterior es como desafiar a los mismos dioses. Las consecuencias podrían ser catastróficas.”
“Por lo tanto, nunca intenten mezclar las energías porque va en contra de las leyes naturales de este mundo. Es lo único importante que deben tener en cuenta.»
Tras la explicación, Aster y Stella se dieron cuenta de que el mundo no es tan simple como se lo imaginaban.
Cecia recordó a Aster practicar la magia en el mundo anterior y se dió cuenta de que le faltaban conocimientos sólidos.
«¿Me acompañan a la ciudad Valyndor?», propuso, «allí pueden aprender más sobre la magia.» Ambos no dudaron en aceptar y se dirigieron hacia la ciudad visible en la distancia.
El trayecto fue tranquilo, con solo el sonido de sus pasos sobre la hierba y el ocasional canto de un pájaro.
A medida que se acercaban, las estructuras de Valyndor se hacían más claras: altas torres, amplias puertas y murallas que parecían abrazar la ciudad.
Al llegar a las puertas, Cecia saludó a los guardias con un gesto de cabeza y estos abrieron paso sin hacer preguntas. La ciudad estaba llena de actividad; magos yendo de un lado a otro y algunos con libros bajo el brazo.
Después de atravesar las calles de Valyndor, Cecia se detuvo frente a una impresionante mansión rodeada por altos muros de piedra y exuberantes jardines. “Esta es la Mansión ,” anunció con un gesto orgulloso. “Es la residencia ancestral de mi familia, los Zerslent, una de las más antiguas y respetadas en Valyndor.”
La puerta principal se abrió para revelar un patio interior donde fuentes de agua danzaban al ritmo de una melodía inaudible. “Los Zerslent han sido magos talentosos durante generaciones,” explicó Cecia mientras guiaba a Aster y Stella a través del umbral.
Al cruzar el umbral de la Mansión Zerslent, un aire de preocupación y alivio se mezclaba en el ambiente.
Devian Zerslent, el patriarca de la familia, se apresuró hacia la puerta al oír el sonido de la llegada. Su figura imponente, vestida con ropajes de seda bordados con hilos de oro, reflejaba la nobleza de su linaje. “Cecia, mi estrella errante,” dijo con un tono que denotaba tanto regaño como cariño, “¿dónde has estado? Tu ausencia ha dejado un vacío en esta familia.”
Junto a él, emergió una mujer de porte elegante y mirada serena, Liora Zerslent, la matriarca, cuya belleza era realzada por el vestido de terciopelo azul noche que portaba. Su cabello, recogido en un moño alto, estaba adornado con una diadema de zafiros que brillaban con la luz de las antorchas.
Detrás de ellos, un joven de cabellos dorados y ojos llenos de curiosidad se asomaba. Era Elian Zerslent, el hermano menor de Cecia, quien a pesar de su juventud, ya mostraba signos del talento mágico que corría por la sangre de los Zerslent.
«Padre, madre,” comenzó Cecia, “he regresado de un mundo distante, donde el maná era muy escaso, no tenía maná suficiente para usar una matriz de teletransporte. Por suerte conocí a Aster y a Stella, me ayudaron a imbuir el maná en la matriz para poder regresar. Vi que Aster tenía mucho potencial a pesar del poco maná que había; así que decidí traerlos a este mundo como agradecimiento. Por eso pensé en traerlos a la mansión, espero que no les moleste.”
Devian observó a los recién llegados con una mirada penetrante, evaluando su presencia. “Bienvenidos a la Mansión Zerslent,” dijo finalmente con una voz que resonaba autoridad y calidez. “Cualquier amigo de mi hija es un amigo de esta casa.”
Liora se acercó a Stella y le tomó las manos con suavidad. “Debes estar agotada después de tan larga travesía,” dijo con una sonrisa maternal. “Ven, te prepararemos un baño y algo de comer. En esta casa, serás tratada como una más de la familia.”
Después de las presentaciones, Cecia guió a Aster y Stella a través de los pasillos de la mansión. El eco de sus pasos resonaba en las paredes adornadas con retratos de antepasados Zerslent, cada uno con una mirada que parecía seguirlos con aprobación silenciosa.
Las sirvientas, vestidas con uniformes impecables de color negro y blanco, se cruzaron en su camino. Al ver a Cecia, hicieron una reverencia respetuosa. “Bienvenida de vuelta, señorita Cecia,” dijo una de ellas con una sonrisa cálida. Sus ojos se posaron en Aster y Stella, y con un gesto amable, añadió, “Y bienvenidos a ustedes también, señores invitados.»
Continuaron su camino, pasando por la biblioteca donde los miembros de la familia estaban inmersos en sus estudios. Un hombre de mediana edad, con gafas y un libro abierto en sus manos, levantó la vista y asintió con la cabeza hacia Cecia, un gesto de reconocimiento y respeto. Junto a él, una joven con el cabello recogido en una trenza complicada, marcaba páginas con fervor, absorta en su lectura.
La mansión era un laberinto de maravillas, con salones que albergaban objetos mágicos y reliquias. En uno de ellos, un grupo de jóvenes practicaba hechizos bajo la supervisión de un instructor, sus voces entonando cánticos armoniosos que hacían vibrar el aire con energía.
Finalmente, llegaron a las habitaciones de invitados. “Estas son sus estancias,” anunció Cecia, abriendo las puertas de dos habitaciones contiguas. “Consideren la Mansión de los Zerslent como su casa”
Las habitaciones eran espaciosas, con techos altos y ventanas que ofrecían vistas a los jardines.
Cayó la noche y Cecia invitó a Aster y Stella a la cena de la familia. Se sintieron muy satisfechos con la hospitalidad de la familia de Cecia y disfrutaron de la cena.
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