Después de salir del hospital, el mago se encontró con la luz del amanecer. No tenía un lugar al que ir, así que se sentó en un banco cercano, perdido en sus pensamientos. Intentaba recordar algo de su vida antes del hospital, pero su mente estaba en blanco.
Mientras la ciudad despertaba, una chica de cabello negro se acercó al banco. Se veía asustada y confundida, como si también estuviera perdida. Se sentó junto al mago y le preguntó. “¿Estás bien?”.
«No», respondió él. «No sé dónde estoy ni a dónde ir».
Ella asintió, mostrando comprensión. “Yo también he pasado por algo similar”. “¿En serio?», el mago la miró sorprendido.
“Sí, ayer desperté en un ‘Hospital’, aunque habían personas que fueron amables conmigo, no soportaba estar en un lugar extraño como ese”.
“Entiendo”, dijo él, por un momento dejó de preocuparse de su propia identidad. Comenzó a sentirse más tranquilo a medida que hablaba con ella.
¿Cómo te llamas?», preguntó la joven. Sentía la necesidad de saber su nombre. Aunque no sabía por qué, al estar junto a él, todo el miedo que sentía, se disipaba gradualmente.
«No lo recuerdo»
La joven pensó por un momento. “Necesitas un nombre. ¿Qué te parece ‘Aster’? No suena mal», sugirió con una sonrisa.
Al mago le gustó el nombre; se sentía adecuado para él. «Aster», dijo, probándolo. «Y tú, ¿cómo te llamas?»
«No estoy segura, pero ‘Stella’ me suena bien».
“Stella…”, repitió Aster, y algo en la forma en que el nombre se deslizó de sus labios le confirmó que era el adecuado para ella.
Stella propuso a Aster explorar la ciudad ya que todo era nuevo para ellos.
La noche cayó sobre la ciudad, y decidieron sentarse en un banco que estaba a pocos metros de ellos, contemplando el cielo estrellado. La conversación fluyó entre ellos.
“¿Cómo te imaginas que eras antes de despertar en un hospital?” preguntó Stella, con una voz tranquila.
“No lo sé…”, respondió Aster, su mirada perdida entre las estrellas. “Quizás alguien con una vida normal, o tal vez alguien que nunca imaginé ser”.
“Yo tampoco puedo imaginarme quién era yo antes”, confesó Stella, su mirada se tornó triste, igual que Aster, tenía muchas preguntas sin respuestas.
Para aligerar el ambiente, Aster bromeó, “¿Y qué fue eso de Aster? Por lo que veo, eres muy buena poniendo nombres, jajaja”.
Stella le dio un ligero empujón en el hombro, riendo junto a él. “No seas así conmigo, te puse un buen nombre”.
Unos segundos después, Stella levantó la mirada hacia el cielo estrellado y susurró “Aster…”, mientras un suspiro escapaba de sus labios. De repente, imágenes fugaces cruzaron su mente: una voz gritando “¡Vete! ¡Huye rápido!” seguida de visiones de sangre. Eran recuerdos breves y perturbadores que pasaron rápidamente, causándole un dolor intenso en la cabeza.
Aster, preocupado, le preguntó qué le sucedía. “Me empezó a doler la cabeza”, dijo Stella, llevándose las manos a las sienes, su mirada se llenó de miedo.
Aster sugirió encontrar un lugar para descansar. Sin saber a dónde ir, decidieron volver al hospital donde Aster había despertado al principio. Al llegar, Aster encontró a la enfermera que lo había cuidado y le pidió ayuda para Stella.
Reconociendo a Aster, la enfermera accedió a ayudarlos y los llevó a una habitación para pacientes con dos camas. Allí, Stella y Aster pasaron la noche, fue un día largo y cansado para ambos.
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