La Torre del Tiempo Perdido – Capítulo 1 – El Susurro del Destino


En la penumbra de la noche, una torre se erguía majestuosamente, sus cúspides iluminadas por velas centelleantes, en lo alto de una colina cubierta de bruma. La niebla, densa y palpable, confería un aire misterioso al lugar, mientras los gritos distantes que emanaban de allí erizaban la piel de los transeúntes apresurados, quienes, con el corazón latiendo frenéticamente, huían del ominoso bosque de los susurros.

En las afueras de Eldoria, una pequeña ciudad con calles adoquinadas y edificios de madera en la frontera del Reino de Aetheria, circulaba una leyenda muy difundida entre los habitantes: nadie que hubiera ingresado al bosque de los susurros había regresado. Este lugar, envuelto en un velo de misterio, era considerado una zona prohibida, aunque eso no disuadía a algunos valientes o curiosos de intentar adentrarse. La fascinación residía en la creencia de que, en medio de la niebla, se alzaba una biblioteca antigua, un relicario de conocimiento, presente desde tiempos inmemoriales, aunque sin registros de su construcción. La única historia documentada era la de un joven de 15 años que, tras entrar al bosque, emergió 60 años después, con la mente perdida en delirios, incapaz de reconocer la realidad. Antes de su trágica muerte, afirmó que la torre contenía libros divinos y técnicas alquímicas de un nivel superior, aunque se lamentaba de no ser el elegido para acceder a sus secretos, tras haber pasado 40 años intentando escapar.

***

Eldoria, año 645

Era temprano, y Erevan, un chico de 14 años, meditaba en posición zen frente a una fuente en un patio descuidado. De estatura media, alrededor de un metro sesenta, su presencia era discreta pero notable. Su cabello, negro como la noche y despeinado, caía sobre su frente, proyectando una sombra sobre sus intensos ojos verdes oscuros que reflejaban una profunda concentración. A pesar de la aparente tranquilidad del entorno, sus rasgos faciales denotaban una firmeza que sugería una determinación interna fuerte. Sentado con las piernas cruzadas y las manos unidas, buscaba concentración y paz interior, una calma esquiva en el tumulto de sus pensamientos.

Tras 1 hora, solo pudo suspirar, su frustración palpable en el aire fresco de la mañana.

“¿Realmente carezco de talento? ¿Cómo podré ayudar a mi familia?” se preguntaba.

“¡Erevan, el desayuno está listo!” anunció una voz femenina, calidez y amor inherentes en su tono.

“Ya voy, madre” contestó Erevan, desalentado, levantándose con pesadez.

El aroma a pan recién horneado y a hierbas del bosque inundaba la humilde cocina, donde Selene, su madre, le sirvió con una sonrisa cariñosa y ojos llenos de una comprensión silenciosa. Ella, una costurera de manos hábiles y corazón cálido, había sostenido la familia con su trabajo meticuloso desde la muerte de su esposo.

“¿Cómo fue tu meditación hoy?” inquirió ella, mostrando preocupación mientras le acariciaba la mano con un toque gentil.

“Igual que siempre, madre. Sin talento para la magia, no sé cómo podré contribuir en casa.” respondió Erevan, su voz cargada de un peso invisible.

Selene lo miró con afecto y firmeza, sus palabras tejidas con esperanza: “No te agobies, hijo. Cada uno tiene sus dones. El tuyo se revelará a su tiempo. Continúa esforzándote y buscando tu camino.”

Erevan, reconfortado por el inquebrantable apoyo de su madre, asintió. Terminaron su desayuno en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos.

Posteriormente, Erevan salió a explorar los alrededores de Eldoria, cada paso un esfuerzo por descifrar el enigma de su destino. La ciudad, oprimida bajo el yugo de un nuevo alcalde y sus impuestos extorsivos, mostraba signos de decadencia; las fachadas de las tiendas y las casas, alguna vez vibrantes, ahora se desmoronaban, sus colores desvanecidos por el tiempo y el desgaste.

Erevan se detuvo frente a la antigua biblioteca de Eldoria, un edificio de piedra cubierto de hiedra, sus ventanas rotas y puertas cerradas como cicatrices del pasado. Aquí, en su infancia, había escuchado por primera vez las historias del bosque de los susurros y la misteriosa torre, relatos de héroes valientes y tesoros ocultos que sembraron en él la semilla de la curiosidad y el anhelo de aventura.

Continuando su camino, Erevan se encontró en el mercado, ahora apenas poblado por unos pocos vendedores resignados. Las mercancías, antes coloridas y variadas, habían dado paso a productos básicos y esenciales, reflejo de los tiempos difíciles. Intercambió unas pocas palabras con algunos conocidos, su corazón apesadumbrado al ver cuánto había cambiado la ciudad desde su infancia.

Más allá del mercado, el camino conducía hacia las afueras de Eldoria. Erevan sintió una mezcla de excitación y nerviosismo al acercarse al límite de la ciudad. Cada paso lo llevaba más cerca del bosque de los susurros, y con cada paso, los cuentos de su juventud resonaban en su mente, intensificando su deseo de descubrir los secretos que se escondían en su corazón y, con suerte, encontrar el destino que tanto anhelaba.

Antes de adentrarse en el bosque, Erevan se detuvo. Miró hacia atrás, contemplando Eldoria desde la distancia. La ciudad, con sus tejados irregulares y chimeneas humeantes, parecía tranquila, casi idílica desde lejos, pero él conocía la realidad que se ocultaba detrás de esa fachada. Con un suspiro, se volvió hacia el bosque, sus ojos fijos en la silueta de la torre que se alzaba ominosamente en la colina.

“Siempre he sentido una conexión inexplicable con esa torre, como si algo me estuviese llamando… Quizás, pueda cambiar mi destino, no importa lo difícil que sea.”

“Lo siento madre, juro que volveré.” Erevan prometió solemnemente mientras miraba por última vez la ciudad que lo vio crecer.

El borde del bosque lo recibió con un silencio sobrenatural, como si las criaturas que residían en su interior supieran de su llegada. Erevan tomó un momento para reunir su coraje, recordando las palabras de aliento de su madre. Con un sentimiento de resolución, dio el primer paso hacia las sombras del bosque, dispuesto a descubrir los secretos que se escondían en su corazón y, con suerte, encontrar el destino que tanto anhelaba.

A medida que se adentraba, la niebla no le permitía ver, se sentía observado desde todas direcciones mientras caminaba por el camino escarpado. Contrario a lo pensado, sentía una extraña sensación de calidez en su cuerpo, como si estuviese volviendo a su hogar, lo cual era raro, porque nunca había estado allí.

Después de lo que sintió como 10 minutos de caminata, comenzó a ver en los árboles pequeños orbes blancos, que parecían ojos, mirándolo con asombro. Sentía como si le estuviesen dando la bienvenida.

“Qué es este extraño sentimiento, a medida que me adentro más, más cómodo me siento, ¡qué rayos!” Exclamó.

Alcanzando un claro, la torre se imponía ante él, sin puertas visibles, solo una escalera de piedra que invitaba a lo desconocido.

Con miedo, pero decidido, Erevan ascendió, sintiendo una presencia oculta observándolo. Al llegar a la entrada, una voz susurrante le advirtió del peligro:

<¡El llamado resuena en ti! ¿Eres realmente el elegido o caerás ante el destino? Peligros ancestrales te acechan, poniendo a prueba tu verdadera naturaleza. Enfrenta el desafío: despierta la antigua gloria o vaga eternamente en el bosque de los susurros.>

«¿El elegido? ¿A qué te refieres? No entiendo lo que eso implica, pero si significa obtener poder para alterar mi destino, ¡estoy listo para enfrentar incluso a los dioses!» Con una determinación férrea, Erevan avanzó hacia la torre, desafiando un futuro incierto que podía transformar su existencia eternamente.

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